sábado, 28 de noviembre de 2009

Salzburgo (castillo de sal)

Cuando a mamá le dijeron que tenía osteopenia, entendí que era el momento para su ansiado viaje, truncado ya un par de veces. Mamá es descendiente de italianos, del Friuli, para ser más específicos, y un par de veces habían planificado con gente de la colectividad viajar a Europa, un viaje que tenía como destino el pueblito de los antepasados, pero que también incluiría otros puntos del viejo continente. Diferentes vaivenes en nuestra economía habían hecho que el viaje se cancelara en dos oportunidades. Por mi parte, los ahorros que me habían quedado en el corralito, a la hora de su devolución, pesificados + CER, ya no alcanzaban para comprar el departamento que no llegué a comprar por esperar al dueño, que ese Setiembre del 2001 me dijo: “me esperás a enero?”, en todo caso podía comprar el cañito de Hijitus (de chiquita quería vivir ahí), pero como no lo vendían, cambié casa por viaje y le dije a mamá: “Vamos pa’ las europas, Má”.
Me decidí por un tour por dos motivos: abarcar muchos lugares y tener otros compañeros de viaje. Adoro a mamá pero 30 días las dos solas hubiera sido un desastre. Las reglas fueron: “má, vamos juntas pero vos hacete amiga de la gente y c/u hace la suya” ... ni yo me la creí.. y eso pude comprobarlo en Salzburgo.

La llegada a Salzburgo fue acompañada de una intensa lluvia. Me encontré en un área de servicios utilizando el secador de manos para poner medianamente en condiciones mis zapatillas.
Al arribar al casco antiguo de la ciudad todo cambió, no el tiempo, sí mi sensación de molestia por estar toda mojada.

Salzburgo es una ciudad increíble. El centro histórico aparece dominado por las torres de sus iglesias, sus fortalezas medievales y, sobre todo, por la figura de la Fortaleza Hohensalzburg.

La vista de las torres y tejados de distinto estilo, las contrucciones y el río corriendo en medio de la ciudad, todo rodeado del verde montañoso completan un paisaje incomparable.



El primer lugar de visita fue la Catedral y el casco antiguo. La lluvia molestaba menos y hasta generaba un clima especial, transportándonos al pasado.
Paseamos por el casco, recorrimos la hermosa Catedral, reconstruída varias veces, algunas por incendios, otras por las marcas de la guerra.



Mirando la Fortaleza Hohensalzburg, Marcela, una “tica” compañera de viaje me dice con su lindo acento de ir a ver los horarios del Funicular. La Fortaleza se yergue en lo alto, dominando la ciudad, y la única forma de acceso es a través de este medio.



Cuando llegamos a la plataforma vemos que el Funicular estaba por salir, y que el siguiente se nos iba de horario, era tomar ese o no subir a Hohensalzburg.
Pensé en mi vieja, que estaba paseando por la ciudad, si volvía a avisarle perdía el funicular y quizás nunca tendría otra oportunidad de subir a la Fortaleza. Digamos que tenía que elegir rápido, y elegí subir y disfrutar de esta vista.



De más está decir que al bajar, una hora después, la cara de mi mamá era de culo total, no me habló en un buen rato (que bien!!!), pero se calmó un poco cuando fuimos a la "Casa Hagenauer". Allí nació el 27 de enero de 1756, Wolfgang Amadeus Mozart.



El resto fue disfrutar del museo, tomar un capuccino, algo tradicional en Salzburgo, y despedirnos de esa hermosa ciudad, que me encantaría disfrutar con más tiempo..
Ah, sí, mamá me sigue pasando factura por lo sucedido, pero así son las mamás, no?

Fotos: Aclaración: la magnífica foto del inicio del post no es mía, obviamente. Tampoco la de la casa de Mozart.